lunes, junio 14, 2010

¿Qué somos nosotros frente a la tecnología?


"Where we once were rational animals, now we are feeling computers, emotional machines" (Turkle "The second Self. Computers and the Human Spirit" pág. 285)
¿Qué pensarían si les dijera 'La computadora es un nuevo espejo, la primera maquina psicológica'? De entrada yo creo que nos 'hace ruido' después de todo nos han quitado muchos centros.

¿Cuál es la relación del hombre/maquina en el 2010?

En principio es una relación muy estrecha. Supongo que poco a poco nos hemos acostumbrado a que las máquinas hagan las cosas por nosotros: desde hecaer las operaciones matemáticas hasta establecerse como medio para relacionarnos con las personas. Son fuertes declaraciones pero es real que habemos muchas personas que nos declararíamos incapaces de vivir sin nuestra computadora.

Hace poco veía en una clase la definición de fetiche, lo conceptualizamos como la devoción que se tenía hacia los objetos materiales dándoles algunos atributos prácticamente mágicos. 'Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia'. ¿Alguién sabe como funciona una computadora?¿ el cerebro humano?


Lejos de comprender al cerebro humano, o a las máquinas, este video sorprende. ¿Que secretos se esconden en la relación hombre/tecnología? ¿Todavía podemos sorprendernos?



(Otro video de referencia: http://www.youtube.com/watch?v=7nIcPTm0dmo)

La tecnología es ya parte de nuestra vida, no podemos vivir sin ella y poco a poco se va introduciendo a más espacios. Es común que muchas personas tiendan a rechazar esta nueva forma, pero no se trata de eso, se trata del uso que nosotros le demos a la tecnología.
La tecnología tendrá toda la supremacía 'pensante' que queramos pero no hay que dejar de sorprendernos y no debemos olvidar que la capacidad de sentir es centralmente nuestra.

"Where we once were rational animals, now we are feeling computers, emotional machines" (íbid. Pág. 285)


Apuntes de 'Jesús ¿Mito o historia' con la Maestra Isabel Carter
Apuntes de 'Comunicación y Tecnología' profesor Pablo Martinez Zarate
Video recomendado por Georgina Ibañes (mejor conocida como 'Gina')

viernes, junio 04, 2010

Mis raices

Texto escrito en Mayo del 2009 para la materia de Introducción a la literatura en Segundo Semestre con el profesor Luis Felipe Canudas, el tema era las metamorfosis. Esta largo pero vale la pena.


— ¡Silencio! ¡Que nadie hable!—Se escucho por todo el pequeño cuarto. Todos, angustiados, volvieron la cabeza buscando de donde provenía esa voz tan potente, sin poder encontrarla tuvieron la tentación de empezar a hablar de nuevo pero cuando uno de los presentes se disponía a entablar conversación la voz potente, mas no autoritaria, se oyó de nuevo.

– Silencio—no fue un grito, no lo dijo con enojo, al contrario fue una vo
z tranquila y llena de paz, emanaba del interior de cada uno de los presentes que de cierta forma pedía a gritos que hicieran un alto y callaran para poder escuchar esa voz que dice algo muy distinto a cada uno de nosotros.

Yo me sentía vacía, estaba plantada en la tierra, no podía moverme, sentía que todos mis músculos estaban paralizados y aunque quisiera moverlos simplemente no me respondían. Trate de ver mis pies pero no pude, solo sentía que estaban fuertemente adheridos a la tierra, como si estuvieran enterrados. Quise gritar, pensé que esta nueva condición no me dejaría hacerlo pero al contrario de lo que pensaba fuertes gritos salieron de mí, “siempre pensé que hablaba el mismo idioma que los que me enseñaron hablar pero mis palabras no fueron entendidas”, había frases que ni yo misma lograba comprender, sonaban estridentes, como si vinieran de otro mundo, como si emanaran desde muy dentro de mi ser.

Busqué a mis compañeros pero no podía verlos, quería saber si a ellos les estaba pasando lo mismo que a mí pero toda búsqueda fue en vano. Ahí me encontraba: sola y sin poder moverme. Era un estado desesperante, cuando llego al punto de ser insoportable, fue que recordé. Recordé que ya me había sentido así antes, muchas veces pero nunca había estado consciente de esa sensación y eso hacía que pareciera nueva.

Cuando nací, nací con dos ojos, dos orejas, dos manos, dos pies, una boca, una cabeza. Pero poco a poco, a lo largo de mi vida todo esto fue remplazado por cosas que no me dejaban ver, oír, tocar, caminar, hablar y sobretodo pensar. Cambié. Fue un cambio que no pude haber notado, pero ahora que recuerdo y lo veo desde esta perspectiva me doy cuenta de que poco a poco fueron limitando mis movimientos, es ahora que me llego a dar cuenta que desde muy joven no pude moverme; no pude ver, oír, tocar, hablar ni pensar como quería hacerlo, simplemente me dediqué a hacer lo que me decían que hiciera o a hacer lo que los demás hacían. Moviéndome no me movía realmente.

Pero ¿cómo es que me di cuenta de que estaba enterrada en la tierra? Creo que primero abrí los ojos. Si, ahora lo recuerdo, imprevistamente lo que estuve viendo toda mi vida se desvaneció y fue remplazado por mucho dolor, pobreza, carencias. Fue un cambio brusco y doloroso y ni siquiera sé porque un día no lo veía y al otro sí… pero mis ojos me picaban y fue como si una raíz de mí se hubiera despegado del suelo o más bien como si la hubieran arrancado y claro que dolió pero si no hubiera sentido ese dolor nunca me hubiera dado cuenta de que ahí estaba, enterrada, quieta. Pasó el tiempo y pronto, cuando me acostumbre a la sensación, pude ver más allá hasta el punto en que pude observar en lugar de ver y detrás del dolor, que solo estaba en la superficie, había mucha vida, mucha alegría, mucha riqueza, muchos colores; claro, no de la que estaba acostumbrada a vivir, no de lo que estaba acostumbrada a ver, pero definitivamente había vida.

No me gustaría decir que una vida era mejor que la otra, simplemente eran diferentes; pero en esta nueva vida pronto no fueron mis ojos los únicos que pudieron sentirse, también mis oídos empezaron a escuchar. Al igual que con mis ojos, al principio lo único que podía escuchar eran gritos de ayuda, gritos de dolor, me desgarraban por dentro, pero gracias a esos gritos sentí que mis orejas no eran simples orificios por donde entraba el aire; con el tiempo los gritos se convirtieron en verdaderas melodías, llenas de risas, llenas de sabiduría, de amor. Otra raíz se había separado de la tierra y era maravilloso, era como vivir en otro mundo, que aunque era el mismo de siempre la que había cambiado era yo, era mi forma de ver las cosas, de moverme en el mundo. Era como ver un nuevo espectáculo todos los días, lleno de color y de música. Vivía en cada día una nueva aventura que me permitía seguir cambiando, seguir viviendo, seguir conociéndome.

Fue como si una luz se hubiera encendido dentro de mí y ahora que había empezado el proceso, ahora que había luz no había poder humano que pudiera apagarla. Después no fueron solo mis ojos y mis oídos pronto sentí que tenía manos, con las cuales podía tocar esta nueva realidad que estaba frente a mí. Antes mis manos eran tiesas, no podían moverse, como ramas, no tenían dedos para contar, ni yemas que pudieran sentir, pero eso cambió, la sensación de mis manos se fue trasladando también al resto de mi cuerpo: mis músculos sentían, no puedo decir que siempre fuera una sensación placentera porque así como sentían el frío también sentían el calor y así como sentían los golpes también sentían las caricias.

En este punto casi todas las raíces estaban separadas del suelo pero faltaban dos que se resistían enterradas en la tierra. Pero conforme seguía viendo, escuchando y sintiendo me entraron unas ganas de correr, de volar y separarme completamente del suelo en el que estaba plantada y fue como, sin darme cuenta, me arranque completamente del suelo y pude por fin moverme a mi antojo, sentí mis piernas y mis pies que me ayudaban a caminar y correr a cualquier lado. Fue cuando me sentí libre, libre de corteza, libre de ramas pero sobre todo libre de raíces.

Pero aún mi transformación no estaba completa, aún cuando estaba corriendo me di cuenta que mi cabeza seguía cubierta con hojas, con ideas que no me dejaban pensar así que tuve que deshacerme de ellas, una por una: quite las hojas de la política, de la economía, de la iglesia, de la sexualidad y también de la sociedad. Fue difícil y doloroso ver que con cada paso que daba, iba dejando atrás una hoja y al quedar completamente vacía, fue difícil voltear a ver el camino y ver que lo que alguna vez me cubrió, lo que alguna vez fui, estaba esparcido por todo el suelo. Pero solo cuando me deshice de todo eso fue cuando pude por fin sentir mi boca, mis labios y tuve la seguridad suficiente para gritarle al mundo que había cambiado, que me había deshecho de las trabas, de la corteza, aunque para muchos mis palabras no eran comprensibles.

Por fin era yo, por fin era libre, por fin podía moverme. Y en ese momento me sentí humana, me di cuenta de que “tenía un corazón de fuego, para contagiar el ardor por la vida; tenía pies de alas para caminar diariamente kilómetros; tenía una indignación ética que me hacía inventar lo impensable para mejorar la vida y llevar un poquito de la luz que me inundaba a las esquinas” de este mi mundo, nuestro mundo. De cierta manera me sentía vacía pero en esta nueva forma fue que pude llenarme de nuevo, me llene de amistades, de abrazos, de experiencias, de nuevas ideas, de ganas de cambiar el mundo, de espíritu revolucionario, de seguridad, de amor.

Era humana, con toda la extensión de la palabra. Podía sentir todo mi cuerpo, sentía mis mejillas sonrojarse, en mi boca una sonrisa, en mis ojos las lágrimas, en mis hombros la lluvia y bajo mis pies las piedras. Podía sentir el dolor, la alegría, el cansancio. Y aunque las personas a mi alrededor fueran árboles, no ser yo uno, me permitía ver en los demás el humano que estaba escondido tras las ramas. Y viéndolos de esa manera, junto a ellos pude gritar, bailar, cantar, reír sin pensar en lo que fueran a decir de mí, al fin y al cabo era yo, no había corteza que me escondiera.

Sin embargo, afortunada o lamentablemente justo en el momento en que me sentí más libre, fue sólo un instante, un segundo y así como había comenzado, empecé a vivir un proceso a la inversa. Pronto empezaron a caer sobre mi cabeza hojas que no me dejaban pensar, ideas que me obligaban a detenerme, a dejar de moverme de nuevo; mis ojos dejaron de observar, mis oídos dejaron de escuchar, mi cuerpo no sentía; mi boca se cayó, ya no pronunciaba palabra. Después mis pies no quisieron moverse, no quisieron correr más, estaban cansados. Después de todo era tan a gusto estar parada, y parada ya no pude tocar ni sentir con mi cuerpo, en ese momento fue cuando empecé a ver mis raíces junto a mi cama. Cada una de mis raíces se enterró de nuevo. Del mismo modo fue doloroso, haberme sentido tan libre y de pronto ver que esa libertad se esfumaba sin poder hacer nada para detenerla.

Solo ahora que me siento paralizada me doy cuenta de que fui un árbol. Un árbol que no se movía. Y aunque ahora soy un árbol de nuevo me gusta reconocer en mí que soy un árbol diferente, y que si no hubiera dejado de ser árbol un tiempo, jamás me hubiera dado cuenta de que soy un árbol. Muchos seguramente dirán que fue sólo pérdida de tiempo porque al fin y al cabo termino casi como empecé: fui árbol y soy árbol. Pero cambié; a lo mejor no puedo ser la persona que fui cuando me quite la corteza pero de lo que si estoy segura es que soy un árbol diferente que de vez en cuanto se permite observar, escuchar, gritar, sentir lo que sentía antes, y una vez más, ser.

Y después de todo ser un árbol no es tan malo. Un árbol puede “dar oxigeno, ser libro, ser cuna, abrigar a un muerto”, dar sombra, alimentar con su poder y belleza, un árbol no distingue entre pobres y ricos, resiste rayos y truenos; y un árbol, si crece con suficiente fuerza, puede incluso destrozar puertas con sus raíces y estas pueden no cerrarse otra vez.

Y fue así como viví mi metamorfosis una y otra vez, al fin y al cabo siempre estamos cambiando, siempre estamos en movimiento, hay veces que nos toca ser árboles, hay veces que llegamos a ser humanos, a ser nosotros. Y solo espero que aunque ahora sea un árbol en un tiempo no tan lejano poder volver a ser humana otra vez y poder sentir como en ese tiempo sentí.

Aún cuando este proceso lo viví desde hace tiempo, solo el silencio pudo hacer que me diera cuenta de qué tan profunda fue mi metamorfosis. Después de caer en ese silencio no tengo plena conciencia de cuánto tiempo estuve así, pudo haber sido una hora o una semana. Cuando por fin pude moverme otra vez, mis compañeros seguían a mi alrededor, todos parecían tan confundidos como yo. Aunque el silencio se había terminado nadie hablaba, nadie tenía palabras para describir lo que había escuchado en ese silencio: al fin y al cabo todo acto de recordar supone ciertos olvidos. Y una vez que hablamos las palabras pierden sentido. Aún así todos habíamos cambiado, habíamos hecho conciencia de nuestra metamorfosis, que en cada caso, en cada uno de nosotros siempre es diferente.

Plantando raíces, arrancando raíces y volviendo a plantarlas, pero esto no se puede evitar, y tampoco se puede negar al fin y al cabo estas fueron, son y serán ya mis raíces.
Angela Prince Guerrero