Me gustó.
Al cansarse de tanto caminar, pensó en buscar a su manada y recostarse bajo un árbol.
De pronto, a 5 metros delante diviso una muy pequeña flor de aquellas que estaba buscando y rápidamente se acerco para comerla.
--¡Perdóname la vida!¡Perdóname la vida!-- Gritó la pequeña florecilla-- ¡Soy tan pequeña. Déjame vivir y al final del verano podrás comerme y darte un buen festín.
La cebra reflexiono sobre la proposición y mejor decidió dejarla vivir.
Pasado el tiempo, al final del verano, cuando la comida empezaba a escasear, la cebra recordó la flor y fue a buscarla.
Y ahí estaba, casi marchita, llegando la flor la vio y le dijo: --Ahora puedes comerme, mi vida casi termina y ahora seré más suculenta y nutritiva.--
Así la cebra la comió, guardando energía para el invierno que se avecinaba.
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